La Historia de nuestro Ejército Nacional se remonta antes de la Independencia, con nuestros aborígenes hasta nuestros días.
El Ejército organizacional de nuestros días inicia con los sueños de Libertad. Siendo esta historia tan extensa, tomamos como referencia una Reseña Histórica escrita por don Gabriel Camargo Pérez, tomado de la Revista Ejército No.81 de Marzo 1988.
El Ejército organizacional de nuestros días inicia con los sueños de Libertad. Siendo esta historia tan extensa, tomamos como referencia una Reseña Histórica escrita por don Gabriel Camargo Pérez, tomado de la Revista Ejército No.81 de Marzo 1988.
Tres días después del 20 de Julio de 1810, la Junta suprema encargada de institucionalizar la Independencia, anunció al pueblo, en la plaza mayor de Santafé, que las armas para su defensa estaban ya aseguradas, y que se creada el "Batallón Voluntarios de Guardias Nacionales" compuestas de infantería y caballería, cuyo comandante sería el Teniente Coronel Antonio Baraya.
Es cierto que en ese mismo acto, realizado frente a la casa Consistorial, con el retrato de Fernando VII en el balcón del Cabildo, apareció en persona, como Presidente de la Junta, el propio Virrey don Antonio Amar y Borbón, y que los representantes del nuevo gobierno lucían en su casco los colores de España.
Con todo, en el corazón del 23 de Julio, se fermentaba un recóndito pensamiento de verdadera emancipación, como lo acusa aquel híbrido aparato ceremonial, porque si el "bando" que allí se promulgaba con tambores y cornetas de la Compañía Real de Granaderos tenia por objeto promulgar los derechos del Rey Hispano, por lo cual se disponía iluminar durante tres noches la exhaltada ciudad, tras los símbolos reales aparecían como cuerpo de una nueva autoridad nacionalista, cinco vocales de la mentada Junta Suprema.
Entre otros lucía la joven figura de Baraya, quien se había puesto a órdenes de la patria, desde el primer día de la revolución, y era señalado ahora para primer comandante de la Guardia Nacional. Y porque si ese día formaba en la plaza la caballería veterana colonial, con sus arreos de lujoso y fino apero, también permitiose rematar aquellas filas con cincuenta (50) jinetes llegados de las haciendas rurales, y con una apretada muchedumbre, nervio y amago que habrían de hincharse para proclamar la república.
Es cierto que en ese mismo acto, realizado frente a la casa Consistorial, con el retrato de Fernando VII en el balcón del Cabildo, apareció en persona, como Presidente de la Junta, el propio Virrey don Antonio Amar y Borbón, y que los representantes del nuevo gobierno lucían en su casco los colores de España.
Con todo, en el corazón del 23 de Julio, se fermentaba un recóndito pensamiento de verdadera emancipación, como lo acusa aquel híbrido aparato ceremonial, porque si el "bando" que allí se promulgaba con tambores y cornetas de la Compañía Real de Granaderos tenia por objeto promulgar los derechos del Rey Hispano, por lo cual se disponía iluminar durante tres noches la exhaltada ciudad, tras los símbolos reales aparecían como cuerpo de una nueva autoridad nacionalista, cinco vocales de la mentada Junta Suprema.
Entre otros lucía la joven figura de Baraya, quien se había puesto a órdenes de la patria, desde el primer día de la revolución, y era señalado ahora para primer comandante de la Guardia Nacional. Y porque si ese día formaba en la plaza la caballería veterana colonial, con sus arreos de lujoso y fino apero, también permitiose rematar aquellas filas con cincuenta (50) jinetes llegados de las haciendas rurales, y con una apretada muchedumbre, nervio y amago que habrían de hincharse para proclamar la república.
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